lunes, 9 de junio de 2008

trabajo: El Feminismo

EL feminismo

La doctrina feminista, desde su surgimiento ha ido acompañada de acciones múltiples en la lucha por defender los derechos de las mujeres y su papel en la sociedad. En los últimos años la teoría feminista ha forjado conceptos nuevos para el análisis de la condición femenina. La denuncia del sexismo se ha convertido en uno de los pilares de esta ofensiva. El sexismo es la consecuencia de la (dominación de los hombres sobre las mujeres o el sistema patriarca) el cual no es sólo una forma de hegemonía, es un sistema que utiliza, ya abiertamente, ya de manera sutil todos los mecanismos institucionales e ideológicos a su alcance —el derecho, política, la economía, la moral, la ciencia, la medicina, la moda, la cultura, la educación, los medios de comunicación, etc. — para reproducir esta primacía de los hombres sobre las mujeres.


Historia del feminismo:1ª ola: “El feminismo se puede definir como la oposición moral a la dominación masculina” 1. El feminismo, a su vez, es una lucha constante por demostrar que su debate no es sólo un conjunto de opiniones personales sino argumentos con justificación objetiva. Gran parte del debate feminista ha consistido en demostrar cómo el discurso político, filosófico, moral, educativo, cultural, sociológico y hasta religioso ha sido formulado desde la primera persona del masculino. En otras palabras, los modos de pensar en todos los ámbitos de las sociedades están descritos por y para las personas del sexo masculino. La primera y quizás la más conocida feminista es Simone de Beauvoir. De tendencia existencialista, De Beauvoir sostenía que si las mujeres eran consideradas inferiores a los hombres no era por cuestiones de nacimiento sino que se volvían inferiores tras un adoctrinamiento cultural disfrazado de determinismo biológico 2. En otras palabras, se les marginaba y relegaba con el argumento de que estaban biológicamente predispuestas a cierto tipo de labores domésticas y la crianza de los hijos y que eran incapaces de realizar tareas que implicaran un reto intelectual. La jerarquía de lo masculino sobre lo femenino era, para las feministas de esta primera ola, el principal obstáculo para que las mujeres salieran de esta situación de desventaja, en cuanto a que lo femenino como sexualidad equivalía a hembra y lo masculino a macho. Si se rompía con dichos parámetros de pensamiento y se repensaba por separado en el sexo: hembra y género: femenino las “ataduras” a roles específicos podrían empezar a romperse. El feminismo de esta primera ola está caracterizado por una lucha por la igualdad en particular igualdad de derechos como el derecho al voto, el derecho al trabajo, el derecho a estudiar, etcétera. 2ª ola: Los movimientos sociales y políticos ocurridos en Francia en 1968 inauguraron lo que se conoce como la segunda ola de feminismo, tanto en Francia como en el resto del mundo. Esta segunda ola se caracteriza por un cambio en las prioridades. La búsqueda de la igualdad es sustituida por una afirmación de la diferencia 3. Dicho de otro modo, ya no era el objetivo principal ser consideradas como un igual a los hombres, sino ser reconocidas como un género diferente, con necesidades distintas y con las mismas oportunidades.La mujer en vez de ser el otro lado de la moneda, el contrario al hombre, la imagen invertida en un espejo donde el sujeto es masculino y por lo tanto su contrario sería lo femenino, buscaba ser un “otro” verdadero, el reconocimiento de su particularidad como género y no sólo como un opuesto al género masculino.Esta segunda ola es, en muchos sentidos, una respuesta en contra del feminismo de la primera ola que no reconocía la diferencia sino que se afirmaba como igual al hombre. Lo que en realidad buscaban las feministas de la segunda ola era desenterrar a esta alteridad femenina en su singularidad y dejar atrás el discurso de los polos opuestos.

3ª ola: Es difícil hablar de una tercera ola, principalmente en países en vías de desarrollo donde en muchos ámbitos siguen sin superarse los dilemas de la primera ola. Aun en Francia, Estados Unidos y el Reino Unido, países que han contribuido enormemente al acervo feminista, los dilemas de la primera y segunda ola son motivo de intensos debates. En general una tercera ola feminista intentaría una “espiritualización” ética del contrato social, donde la mujer siga siendo reconocida como una alteridad radical, un “otro” diferente del hombre y no su opuesto. Dicho de otra manera, el género femenino no es contrario al masculino, es diferente, y el reconocimiento de esta diferencia implica responsabilidad y no lucha. De alguna manera la tercera ola está marcada por el fenómeno de la posmodernidad, en el que las fronteras han sido rebasadas y las comunicaciones llegan al rincón más remoto del mundo. La desaparición de fronteras reales e imaginarias ha generado una necesidad de reconocimiento de la diferencia como respeto y responsabilidad hacia todo lo que se sale del marco de la identidad misma. Las mujeres buscan igualdad de representación en los sistemas políticos, hecho que se traduce en acceso al poder. Así mismo buscan un cambio radical en las funciones domésticas donde las mujeres siguen llevando toda la carga del trabajo en casa y de la educación de los hijos. El feminismo de la tercera ola no busca renunciar a la crianza, busca una manera de poder realizarse en la maternidad sin tener que renunciar al éxito profesional ¿Sexo o género? Uno de los objetivos del movimiento feminista es recalcar que el sexo es una cosa y otra muy distinta el género. El sexo está determinado por la biología o naturaleza, el género es la parte cultural, aprendida. Es así como pensar en términos de género y no de sexo puede llevar a un cambio radical en las relaciones sociales entre ambos sexos. En general las funciones que se adjudican a cada género son construcciones culturales. Cada sociedad desarrolla sus expresiones culturales de acuerdo a cada género. Las feministas coinciden en que la cuestión biológica del sexo juega un papel distinto al del género. Es por eso que cuando hablamos de fenómenos como el machismo lo adscribimos a las prácticas culturales de una sociedad, es decir el machismo y todo lo que lo denota, al fin de cuentas, no es la naturaleza de los hombres en oposición a la de las mujeres, sino una cultura que perpetúa ciertos mitos y símbolos del mismo. ¿Para que un día internacional de la mujer? El Día de la Mujer tiene el propósito de señalar dichos temas como parte de una agenda mundial que se encargue de eliminar, en la medida de lo posible, aquellos fenómenos que mantienen a las mujeres en un estado de desigualdad con respecto a los hombres. Por lo tanto no es un día para alegrarse ni felicitarse, sino para recordar a todas aquellas mujeres —en el presente y en el pasado— que sufren y han sufrido de los aspectos negativos de la dominación masculina. Insignes feministas:
Cada año, el calendario civil ofrece una amplia gama de celebraciones, memorias, conmemoraciones y aniversarios que valen la pena ser recordados. Nacimientos insignes se suceden a recuerdos de batallas emblemáticas; unos días se celebra la vida, otros se tiene presente al enfermo; se homenajea al padre, a la madre, al niño. La mayor parte de esas fiestas vieron su luz gracias a esa inclinación natural humana al festejo, a la alegría, al reconocimiento de aquellas figuras que han aportado el don de sí mismas a la humanidad. Pero el recuerdo y el homenaje también se han tenido que convertir en denuncias que exigen la reflexión y el cambio.
La agilidad informativa ha propiciado un conocimiento mayor acerca de la situación actual que vive la mujer en sociedades de oriente y occidente. La violencia hacia ella no es algo nuevo. Los anales de la historia patentizan la barbarie de desigualdad y opresión a la que fue sometida durante siglos. La violencia aún perdura, si bien con distintos acentos, en algunas culturas puntuales. La violencia actual de la que es objeto la mujer no se reduce sólo a la dimensión del maltrato físico o verbal, si bien es el más visible e inmediatamente reprobable. Hoy por hoy perviven otros tipos de agravios, ofensas y humillaciones. En la cultura islámica, la mujer no ha podido encontrar el justo puesto que le corresponde como ser humano dotado de la misma dignidad que el varón; la no igualitaria paridad de oportunidades para el acceso a puestos públicos de gobierno, dirección empresarial, y aun a estudios o prácticas deportivas, no dejan de ser una forma de discriminación que clama una justa regulación que admita la aportación real y objetiva con la que puede contribuir la mujer. Huelga cualquier comentario respecto a la situación de repudio matrimonial que de ella puede realizar el hombre, o el utilitarismo pragmático al que se la somete al hacerla formar parte de un harem poligámico. En los países desarrollados o de culturas democráticas, la mujer tiene acceso al aparente liberalismo de paridades; es decir, se reconoce su igualdad respecto al hombre (derecho al voto, a ser elegida, prestaciones laborales, capacidad de posesión, etc.) pero a veces se la ha minusvalorado sutilmente, casi en silencio, al contribuir en la sociedad como persona dotada de una singularidad peculiar: ser madre y educadora nata. Para muchos ha dejado de ser vista como mujer para convertirse en objeto, en cosa; otro tipo de violencia que no puede pasar desapercibido. El reclamo social, a primera vista justo, hecho en las primeras décadas del siglo pasado, por parte de grupos feministas desembocó y degeneró en un nuevo tipo de violencia creciente: la de ver a la mujer como producto. Basta salir a la calle y ver los anuncios de cine, cosméticos, ropa, etc., donde la mujer ya no es valorada por lo que es en sí misma sino por lo que tiene o es capaz de adquirir. En una memoria como la que recordamos el día de la no violencia contra la mujer, no bastan sólo las denuncias; valen y cobran actualidad, sobre todo, las propuestas. Amén de las iniciativas jurídicas que puedan elaborar los legisladores para sancionar con rigor a quienes incurran en la violencia física contra las mujeres, se impone también una solución, no inmediata, que servirá como base necesaria para una conciencia que se esparza por el mundo e ilumine, como lo hizo hasta hace algunos siglos, las mentes de todos los hombres: feminizar la sociedad. Que la mujer aporte sus cualidades, dones y aptitudes sin miedo a ser ella misma, revalorizando sus inclinaciones naturales, alejada de toda mal interpretación de igualdad respecto al hombre que más bien le llevaría a fomentar una falta de aprecio hacia lo que le es propio. El llegar a ser madre y educadora de sus hijos no es incompatible con la práctica profesional. La mujer debe estar segura que tiene mucho que aportar a la sociedad con todo el potencial que le es propio (sensibilidad, sagacidad, arrojo, valor, fuego, ayuda, acogida…) así como al núcleo familiar (la educación, la atención, el amor…).